Espero a que el sol se esconda, para caminar bajo la luz de
la ciudad entre nubes bajas llamadas niebla, ya que es entonces cuando mi alma
despierta y sueña con todo aquello que ama y quiere a su vera.
Suelos empedrados que a tiempos pasados me llevan, y me
abruma, mientras me acompaña el sonido de las gaviotas cuando sus alas se
despliegan y azotan el aire, con su vuelo rasante que amenaza con romper el
silencio ensordecedor.
Son mis pasos los que me llevan, a un lugar que siento su
espera, adornado con miles de flores cuyo aroma me resulta familiar, un aroma
llamado paz.
Respiro todo aquello que me arrebataron en un suspiro,
recuperando esa parte de mi ser que no debí perder, mientras el frío de la
noche parece desaparecer y es que alguien me prestó su abrigo, mientras mis
ojos permanecen cerrados sin poder ver esa alma bondadosa que pasa rápido y
sigilosa, como el viento, tal vez sólo son mis pensamientos y sean mis propios
brazos ese abrigo que tanto anhelo y espero.
¿Y si vuelvo a casa?, lejos de ese lugar que desprende ese
aroma llamado paz y me llevo conmigo un ramillete de flores para plantarlas en
mi jardín, tal vez sea más fácil que recorrer ese largo camino cada vez que
necesite sentir ese abrigo, que da cobijo y ahuyenta el dolor aprendido, pero
para nada asumido, ni compartido.
Sé que mañana volverá a salir el sol, quiero volver a casa
para construir de nuevo mi destino, abrigando mi alma desde el olvido,
recordándome a diario que aún queda lo no vivido y que será tan maravilloso
como aquello que despertó mi corazón una y otra vez.
Y mañana, volverá a salir el sol, porque en mi cielo lo
pintaré pese a estar nublado y jugaré con sonrisas sin pretender estar a tu
lado, tan sólo, a mi lado.
Mañana, volverá a salir el sol igual que lo hizo hoy…
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