sábado, 27 de agosto de 2016

Al despertar...

Eres bella -me dijo al despertar, tras clavar sus ojos en los míos- tus ojos son el reflejo de tus ganas de vivir, de tu interior soñador, de tu dulzura, de esa niña grande que guardas dentro.

Eres bella, -me dijo, y le sonreí- tu sonrisa es pura luz, una luz encantadora que sale de lo más profundo de tu ser, que hipnotiza, que crea adicción, eres bella, aunque tú no te veas, yo sí lo hago, te veo.

Mis ojos se llenaron de la más pura emoción, mientras él me acariciaba y mi media sonrisa, escondía mis ganas de no apartarme de su alma limpia y transparente, mientras temía que mi pasado tocara la puerta y provocara mi huida. Quiso volver a besarme como si acabara el día, como si nuestra noche hubiera pasado en balde, como si fuera la primera vez que probaba mis labios. Y yo, temblorosa, correspondí a su beso, temía sentir, temía amar.

Recorrí con mis ojos aquella habitación que me resultaba desconocida, como si jamás hubiera estado allí, como si todo aquello fuera nuevo para mí y recordé, como su pasado, nuestro pasado, dañó mi corazón con descaro.

Él volvió a regalarme sus preciosas palabras, sus halagos, con esa profunda voz acompañada de la melodía que su acento provocaba, me hacía olvidar todo dolor, caía en sus garras una y otra vez, me hacía feliz, esos pequeños instantes provocaban en mí un estado de felicidad indescriptible, aun sabiendo que aquellos labios serían besados por multitud de labios bañados en carmín.

Creí soñar a cada esporádico despertar a su lado y me engañaba a mí misma, diciendo que no le amaba, que no sentía y que huiría cuando sintiera la necesidad de saber de él a cada instante.

Y fue tras una de mis huidas, durante mi soledad escogida, cuando realmente desperté, me desprendí de esa dependencia emocional que me hacía creer que él me amaba, pese a besar labios que no eran los míos. Fue tras una de mis huidas, cuando me desprendí de mi piel bañada de besos falsos y vacíos que, en realidad, poco aportaban nada a mi corazón, fue entonces cuando decidí que no esperaría a que nadie provocara mis sonrisas, ni esperara ver lo que hay dentro de mí, fue entonces cuando decidí mirarme al espejo, sonreírme y con la soledad cogida de mi mano, ver ese maravilloso mundo que hay en mí, fue entonces cuando decidí amarme, sin amarle a él, porque amarle significaba no amarme.

Fue entonces cuando desperté y empecé a ser feliz...


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